El Museo Barrio de Flores es conocido y por poseer un gran cantidad de obras del pintor Carlos La Rocca. Sus cuadros llenos de expresión y emotividad, decoran el gran salón, inmortalizando a grandes personajes del barrio. Los tamaños y los colores varían, pero el estilo inconfundible del artista se mantiene firme en cada producción. Entre toda la colección, quizás, el que más destaca es el retrato del Papa Francisco, ya que se trata del lienzo más grande que posee el Museo. Sin embargo, en lo últimos meses ingresó una nueva pieza que no lo alcanza en dimensiones pero si tiene el mismo nivel de expresión e impacto.
Se trata de «El Papa argentino«, un cuadro de 21 x 27 cm que muestra la conocida figura del santo padre. Se trata de un óleo sobre lienzo, colocado en un vistoso marco y cubierto con un vidrio. Sus dimensiones son pequeñas (casi que podría pasar desapercibida). Sin embargo, es su color y su textura lo que le da la fuerza para sobresalir en el espacio dedicado a Francisco. Con unos poderosos tonos lavanda, La Rocca concentra la atención del espectador en el centro del cuadro con un interesante contraste de colores y una notable cantidad de materia. Así, el artista demuestra que nos condición obligatoria que una obra tenga dimensiones colosales para atrapar a quien la mira. Además los pequeños formatos suelen concentrar aún más la carga simbólica que porta la imagen. Al haber menos superficie que recorrer, el ojo del espectador encuentra se enfoca mucho más rápido en lo que el artista quiere que vea.
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La Rocca, en su universo expresionista, transforma a sus personajes en nebulosas de color y materia que parecen moverse mientras uno las contempla. Lo fugaz parecer ser la esencia de sus trabajos, en donde sentimos que pronto se desvanecerá ante nuestros ojos. Sin embargo el azar también juega un papel ya que el óleo tiene ese «algo» que lo hace impredecible, y las distintas formas de picos o manchones que toma el material, son prueba de ello; el óleo toma diversas formas de acuerdo a como se lo trabaje. Por otro lado, el pintor juega con un recurso que ha sido utilizado seguidamente a lo largo de la historia del arte desde los impresionistas, por lo menos; el ojo del espectador termina de armar la imagen. Si uno observa de cerca el cuadro, la figura no está delineada ni definida en su totalidad, sino que está sugerida. Solo aparecen aquellos elementos clave como para que el espectador detecte de quien se trata. Sin embargo, el ojo tiende a corregir y completar imágenes que parecen estar inconclusas. Por eso al ver un cuadro de Van Gogh o Gauguin, de cerca vemos grandes cantidades de pintura encimadas, pero al alejarnos, aparecen las figuras (mejor dicho, nuestro ojo las trae a la vida). Lo mismo sucede con la obra de La Rocca, es una obra para ver de lejos, para entenderla en su totalidad; de cerca es un aparente caos que cobra sentido cuando tomamos distancia de ella, un falso caos.
NT