Mucho antes del uso de la tarjeta Sube, los transportes se pagaban en efectivo directamente al chofer. Este entregaba a cambio un boleto numerado que muchos descartaban al bajar en la parada. Pero, para aquellos que gustan del azar había algo en estos boletos que los atraía.
Seguramente todos los pasajeros lo primero que hacían era mirar su número y ver si era capicúa. Al tenerlo, era guardado como un tesoro ya que era considerado una «rareza». Incluso al día de hoy. personas se dedican a coleccionar pura y exclusivamente estos boletos.
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En el Museo tenemos varios ejemplares tanto de colectivo como de subterráneo.