Maradona y Di Stéfano, juntos en el Museo Barrio de Flores

A pesar de los tiempos difíciles que estamos viviendo, el Museo Barrio de Flores continúa su misión de fomentar la cultura de nuestro barrio. Como ya se ha mencionado varias veces uno de los pilares del Museo que más ha crecido en los últimos meses es el arte, en especial la pintura. Recientemente se han adquirido dos nuevas obras del artista Carlos La Rocca, una a préstamo y la otra ya forma parte de la colección permanente del museo. Estos cuadros representan a dos figuras inolvidables del fútbol argentino, Diego Armando Maradona y Alfredo Di Stéfano. Ambos marcaron un antes y un después en dos generaciones distintas, y ahora se encuentran homenajeados en pleno barrio de Flores.

El retrato de Maradona, llamado Barrilete Cósmico, es la obra que el museo recibió en préstamo. Esta pieza en particular posee un valor sentimental especial por la reciente muerte del astro deportivo. El cuadro tiene unas dimensiones de 1,5 x 1,8 m siendo, junto con “El Papa que sonríe”, una de las piezas más grandes que posee el Museo.

Para esta obra, La Rocca eligió un momento inolvidable en la carrera del futbolista: su rostro al cantar el Himno Nacional antes del partido contra Inglaterra en el Mundial del año 1986.

Esa imagen es, quizás, una de las más icónicas no solo del fútbol argentino, sino a nivel internacional. Diego, dirige su mirada al cielo, como en una comunicación directa con Dios (no casualmente, Maradona realizó el gol más famosos de la historia llamado “la mano de Dios”).

Frente al imponente retrato del jugador, La Rocca decidió colocar, la otra cara de la estrella, el principio; una imagen de un Diego de apenas unos 9 o 10 años en su Villa Fiorito natal, donde la pasión por el fútbol lo encontró a muy temprana edad. De esta manera, Maradona se nos muestra como lo que fue; una de las máximas estrellas del deporte mundial, quien nunca olvidó su humilde origen. La clave está en el contraste de colores.

Para la figura del rostro, el artista utilizó una explosiva paleta donde abundan los tonos ocre, rojos y azules, mientras que para el retrato del infante Maradona, Carlos utilizó blanco y negro, lo cual no solo evoca a una imagen del pasado, sino que contrasta con la imagen del fondo, logrando que ambas se destaquen; un equilibrio perfecto. Por supuesto que la obra permite pensar más de un “juego” simbólico; la leyenda en la cima del mundo y su origen humilde, o el jugador teniendo un flashback a su infancia donde todo comenzó. Lo cierto es que el cuadro captura eso que el Diego personificó; la magia y la pasión.

Por otro lado, la segunda obra adquirida, y que ya forma parte de la colección permanente, es un retrato del también legendario Alfredo Di Stéfano, jugador que fue figura de River Plate, Millonarios y Real Madrid Club de Fútbol durante las décadas de los ‘40 , ‘50 7 ‘60 y además se crió en las calles y potreros de Flores.

Fue nombrado por la FIFA como uno de los cuatro mejores jugadores del siglo XX, junto a Peleé, Johan Cruyff, y el ya mencionado Diego Armando Maradona. Para esta obra, La Rocca también eligió muy astutamente una imagen conocida de Di Stéfano que corresponde a su paso por Club Atlético River Plate, más precisamente en 1947.

Allí, un jóven Alfredo de 21 años sostiene una pelota típica de aquellos años, con una de las camisetas más conocidas del equipo. Carlos, el artista, tomó una interesante decisión de realizar el cuadro en color (a pesar de que la foto es en blanco y negro). El color es identidad, dicen, y con la pose y la banda roja atravesando el pecho del jugador, es muy fácil reconocerlo. El gesto de ese rostro tan particular, es también una ayuda para el espectador, sumado al color del balón que da cuenta del material en que estaba hecho, y por ende, de la época.

Tanto en este retrato como en el de Maradona, Carlos La Rocca recurre a un elemento fundamental; la memoria visual de los espectadores. El pintor toma como referencia imágenes que son muy conocidas y las traduce en su estilo pictórico. Además, sabe elegir muy bien que rasgos destacar, para marcar la identidad del personaje. Por otro lado, los ubica en espacios etéreos, indefinidos que, no solo ayudan a enfocar la atención en el protagonista, sino que acompaña la sensación de grandeza que rodea a estos personajes (Maradona parece estar sumergido en un azul profundo como si el mundo se hubiera detenido mientraS cantaba el himno, y Di Stéfano parece nacer de una cortina de fuego que arde como la pasión que lo convirtió en una leyenda).

Las bases de los cuadros son simples y efectivas; una imagen memorable, colores explosivos, mucha carga matérica y un tamaño monumental.

Di Stéfano y Maradona, descansan ahora en la galería del Museo Barrio de Flores, junto con las otras creaciones del artista Carlos La Rocca. Una vez más, el museo vuelve a conectar dos generaciones que parecían estar separadas o simplemente sucederse y una vez más, el barrio de Flores ve crecer su patrimonio, algo que jamás le podrá ser quitado.

Por más difíciles que los tiempos parezcan, el equipo del primer museo dedicado a un barrio de la Ciudad, no descansará en su misión de hacer crecer la cultura de Flores, un barrio en donde los artistas y la cultura florecen en cada rincón.

NT