Carlos La Rocca, un artista único en su especie

Carlos La Rocca es un personaje único. Sus obras nacen de un universo tan personal como independiente en si mismo y sus personajes aparecen y desaparecen entre pinceladas y descargas de materia en las telas. Visitante recurrente del Museo Barrio de Flores, Carlos se armó de un lugar entre los artistas más prominentes de nuestro tiempo.

Su pintura ha mutado en diferentes estilos o “motores” como él los llama; experimentó con lo digital, con obras de grandes dimensiones inspiradas en el muralismo mexicano y llegó así a crear sus denominadas “Sinfonías”; telas y hojas ensambladas expansivas, donde la propia inmensidad del soporte descomponía el tiempo y el espacio. Luego, su arte tomó un giro brusco y La Rocca dejó la pintura para volcarse a la escritura, la música y los video clips. De allí surgieron video musicales ilustrados con su propio trabajo visual como animaciones y letras creadas por él mismo. “Sueño Burlado” fue el nombre con el que bautizó a su primera Ópera conceptual, para la que contrató músicos profesionales que musicalizaron su producción visual, sus animaciones, sus pinturas, sus esculturas, sus letras y pensamientos más personales. A partir de ese momento, su obrá tomó el carácter de expresionismo conceptual, o arte microconceptual, concepto que acapara a los artistas que trabajan y trabajarán con las nuevas tecnologías e imágenes cuánticas propias de este siglo para investigar sus nuevos lenguajes.

Años después, el universo peculiar de Carlos La Rocca llegó al Museo Barrio de Flores. Con más de diez obras, su trabajo forma parte de la colección permanente del museo. Desde César Aira hasta Cacho Castaña, Carlos ha sabido captar muy bien el gesto y la esencia de los personajes que adornan las paredes del lugar. En un mar de fuertes pinceladas, los rostros de las figuras más emblemáticas de nuestro barrio surgen con una mirada que interpela directamente al espectador quien queda atrapado por la magia de La Rocca. La clave de sus obras están los detalles. Silenciosas, entre las vitrinas, sus cuadros sobresalen en primer lugar por el color. Vibrantes rojos, azules, amarillos, dorados, blancos y profundos negros colisionan en sus telas y dan origen a sus personajes; es como si sus pinturas nacieran del caos. Pero si prestamos atención y miramos de cerca encontramos detalles. Esos detalles son la clave de la magia de estas obras. Al encontrarlos, toda la composición cobra un nuevo sentido. Estos detalles constituyen un lenguaje en si mismo, un “microlenguaje” quizás. Incluso en sus obras más grandes, como su retrato de Baldomero Fernández Moreno que ocupa casi todo el largo de la pared de la recepción del Museo, las pequeñas particularidades no son visibles a primera vista. Pero al prestar más atención, un microuniverso sale a la vista.

Sea por sus detalles, sea por sus colores o por los personajes que selecciona, Carlos La Rocca es un artista intrigante e inquieto. Constantemente se encuentra produciendo obras nuevas o reformulando otras, pero siempre está creando. Su universo personal está en constante expansión y no se detiene, lo que genera un importante flujo de ideas y proyectos creativos. Tal es así que el Museo, en un plazo menor a un año, ya contaba con 8 obras del artista. Su dinámica relación con Roberto D’Anna junto con su cariño por nuestro barrio, lo llevaron a visitar varias veces el museo y a dejar que sus obras se instalen en las paredes del mismo. Carlos La Rocca, un artista único en su especie, es sin duda uno de los artistas más prolíficos y prometedores de nuestra era.

NT