Desde la llegada del Ferrocaril Sarmiento a Flores en 1857 hasta principio de los años ’90, se podía adquirir carnets mensuales de abono para los pasajeros de este transporte. Cada uno de estos llevaba un número de serie y una foto del usuario. Al finalizar cada mes se debía renovar presentando el caducado.
Estos documentos solían transportarse en pequeñas fundas de cuero que tenían selladas las iniciales del ferroacaril. En el Museo, tenemos un ejemplar de Diciembre de 1946 correspondiente a un vecino llamado Agustín Pico, quien realizaba el recorrido en 1ra clase desde Flores hasta Once como lo indica su pase.