Julio César Giuliano, vecino del barrio, es un pintor que no nació precisamente en el seno del arte. Su primera profesión fue la ingeniería y la docencia. Sin embargo estas actividades, sumadas a su gusto por las artes marciales orientales, supieron filtrarse en sus producciones artísticas. Hoy el Museo recibió dos obras suyas en calidad de donación permanente.
¿Cómo surgió su atracción por la pintura?; en una escuela de autoconocimiento oriental, a partir de la cual supo desarrollar su propio estilo. Arte abstracto, geométrico y de colores vibrantes configuran un universo muy personal, atravesado por los conocimientos de Julio. Su predilección por el arte marcial chino, se deja ver en las formas y las siluetas que escoge para sus trabajos. Por otro lado, su oficio de ingeniero lo persigue en lo obsesivo de su trazo y su pincelada indetectable.
El Museo posee ahora dos obras de su vasta producción. La primera de ellas es “Influjo místico”. Se trata de una pintura realizada con esmalte sintético brillante con pincel. Una llamativa figura de color naranja domina toda la obra, con dos formas que parecen ser cuernos que abrazan el registro superior del cuadro. En reglas generales, esta obra está marcada por el contraste de colores cálidos con el fondo oscuro. La otra obra es “Recolector de mundos”, una pieza realizada con la misma técnica pero con una lógica inversa. Aquí los tonos cálidos hacen de fondo para una figura negra que parece abrirse y expandirse ante los ojos del espectador. Sin embargo en ambas hay un elemento que se repite, un llamativo símbolo que parece coronar las figuras. Eso es ni más ni menos que la rúbrica de Julio. Es en sí, su nombre artístico que deriva de una fusión entre lo arquetípico y “una nueva visión”.
Con el ingreso de estas obras, el Museo demuestra una vez más que Flores es una fuente inagotable de artistas, en todas sus áreas, formas y contenidos.