Hace dos décadas que el país no tiene un representante en la máxima categoría del automovilismo internacional. En casi siete décadas de historia de la Fórmula 1, la lista de argentinos tan solo tiene 25 nombres y entre ellos figura uno que vivió toda su vida en Flores: Jorge Alberto Daponte. El Museo posee material original del deportista argentino.
Nació justo en el límite del barrio, en Rivadavia y Malvinas Argentinas, el 5 de junio de 1923. Hijo de Carmen Pángaro y Alberto Daponte mostró un especial interés por los autos desde muy pequeño. De chico se lo podía ver siempre manejando su auto de juguete y apenas entrada la adolescencia ya comenzó a correr, “muy seguro de sí mismo”. “Él tenía el espíritu deportivo volcado al automovilismo y pudo lograrlo porque había un antecedente en la familia. Tanto Víctor como Próspero Pángaro –dueños de los famosos vinos, que también eran de Flores -, corrían con las Bugattis. Y como ellos fueron los primeros afectos al automovilismo se lo trasmitieron a mi papá, que era su sobrino”, contó a Flores de Papel su hijo, Jorge Luis Daponte, abogado y docente que continúa viviendo en el barrio.
Cuando su padre decidió dedicarse a competir, compró un chasis y dos motores Maserati 250F y se contactó con Pascual Puopolo, reconocido mecánico que le preparó los autos. Jorge se inició en la alta competencia automovilística en la “Fuerza” Libre y así participó en 1952 en la carrera inaugural del Autódromo de Buenos Aires.
En aquella prueba venció el legendario piloto Juan Manuel Fangio, seguido por José Froilán González. Con ambos, y con los hermanos Gálvez – quienes también fueron vecinos de Flores -, Jorge formó una excelente relación. “Hay fotos que se los ve a mi padre y Fangio sentados juntos conversando en el cordón de la vereda. Después en Europa cenaban siempre con él, con Froilán González y el Príncipe Bira de Siam, que también corría”.
Y fue gracias al comienzo de su carrera internacional que conoció a quien sería su esposa y madre de su hijo. Con la escudería Wayne, iba a correr en las 500 Millas de Indianápolis, una prueba puntuable para el Mundial de Fórmula 1, pero no logró clasificar debido a un desperfecto del motor.
Precisamente en ese viaje a Estados Unidos conoció a Marta Betti Storero en Nueva York. “Mi madre era de Rafaela y mi abuelo materno era un empresario que viajaba todos los años a Estados Unidos y Europa por trabajo. En ese momento ella llevaba la parte contable en un comercio en EE.UU, y mi padre le dijo un piropo en castellano. Como ella le contestó, les llamó la atención que los dos eran argentinos”, cuenta el vecino, para agregar que el flechazo fue inmediato por lo que su padre decidió no regresar con sus familiares sino esperarla para volverse juntos en un buque.
Una vez en el país, se casaron y se mudaron a una casa en Gregorio de Laferrere al 1800.
En 1954 Jorge debutó en la Fórmula 1 en el II Gran Premio de la República Argentina, que se celebró en el Autódromo de Buenos Aires, con un Maserati; y después obtuvo la 11° posición en el Gran Premio de Italia, siendo su mejor ubicación al término de una carrera en la máxima categoría.
Luego continuó corriendo en Turismo Carretera e incluso llegó a ganarle a Fangio en el circuito de la Costanera Sur en el Gran Premio de la Primavera. Pero no solo disfrutaba de los autos detrás del volante, también tuvo gracias a la ayuda de Vinos Pángaro, empresa con la que tenía relación por ser familiares y además lo sponsoreaba en las carreras, el Salón del Automóvil en Flores, donde ahora funciona la Juguetería Cebra, en Rivadavia y Curapaligüe.
Sin embargo, un choque en una carrera de Fórmula Libre en Buenos Aires marcaría en Daponte un antes y un después. En el mismo falleció el piloto italiano-suizo Enrico Platé y él resulto fuertemente herido, a raíz del vuelco de su rodado (llegó a sostener por minutos parte de la carrocería del auto hasta que lo vinieron a auxiliar, mientras que el caño de escape le quemaba la nariz).
A raíz de este cruel accidente, Daponte tuvo aplastamiento de la inserción del nervio ciático y fue intervenido por un afamado traumatólogo cirujano, el Dr. Piqué. Gracias a esta intervención médica, pudo recobrar parte de su movilidad, aunque le quedó una limitación importante (para el automovilismo de alta competencia) en la dorsiflexión del pie derecho. “Le agarró una gran depresión. Él no quedó bien. Era muy deportista y eso le dificultó. Podía caminar pero no podía hacer las cosas como antes”, revela Jorge.
A esto se le sumó la muerte de su gran amigo y piloto vecino del barrio, Juan Gálvez, a los 47 años a raíz del fatal accidente en la prueba de Olavarría. Solo seis días después de esa terrible noticia, en la madrugada del 9 de marzo de 1963, Jorge se quitó la vida con un arma de fuego en su domicilio de Gregorio Laferrere, donde su hijo, de por ese entonces 7 años, fue testigo de su trágico fin.
Aunque su carrera profesional fue breve, el oriundo del barrio – en cuyas calles también vivió tiempo después Luis Rubén Di Palma con toda su familia -, supo ser parte de esa época de gloria del automovilismo.
Ahora, en homenaje, el Museo Barrio de Flores (Ramón L. Falcón 2207) posee un lugar especial con objetos originales del corredor, como un bidón de combustible de 10 litros con su nombre que se usaba como auxiliar en las carreras y el Museo logró rescatar luego de que se extraviara en una mudanza; su casco con la leyenda del circuito de la Ciudad de Long Beach de California, que guardaba Daponte hijo; fotografías, diapositivas y mucho más material.