Roberto Arlt es para muchos florenses, “el” escritor de Flores. Sobrevivió a la pobreza y a su padre, que solía pegarle cuando era chico, escribió cuatro novelas –«El juguete rabioso», «Los siete locos», «Los lanzallamas» y «El amor brujo»– , media docena de obras teatrales, 70 cuentos y cerca de 1200 artículos periodísticos, recopilados en Aguafuertes, que siguen apareciendo hasta diciembre pasado con la publicación de material inédito.
El Museo guarda parte de este tesoro literario en una de sus vitrinas y es motivo de consulta por estudiantes y coleccionistas de todas partes del mundo. Solo por mencionar que en la última edición impresa de la Revista de Aerolíneas Argentinas, se publica un homenaje al escritor con fotos provistas por el Museo.
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En el prólogo a «Los lanzallamas», Arlt confesó: «Cuántas veces he deseado trabajar una novela que, como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos Más hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados».
Tanto Arlt como otros artistas que pasaron por Flores eran gente de poco nivel adquisitivo y muy bohemia, que vivía seis meses en un lugar y seis en otro. Se sabe que Arlt nació en una casona de Méndes de Andes , casi Boyacá (que aún no tiene ni una placa) y aún no está comprobado que lo hiciera en La Mansión de Flores, en el complejo de Yerbal y Caracas.
Hijo de padre alemán y madre austríaca, Roberto Arlt nació en 1900, en un hogar de inmigrantes de Flores. No tardó mucho en descubrir su vocación. «Todavía iba a la escuela primaria (la Escuela Uquiza) cuando me agarró el berretín de la literatura. Tragaba libros y vomitaba cuentos», confesó el escritor en una ocasión.
A los nueve años abandonó el colegio primario y a los 16, su casa, para vender libros viejos en una librería del barrio. «El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo» era la filosofía de alguien que fue dependiente de librería, aprendiz de hojalatero y de pintor, mecánico, vulcanizador y corredor, director de una fábrica de ladrillos, que trabajó en el puerto e insistió en ser escritor.
Arlt se casó en Córdoba con Carmen Antinucci y tuvo a su hija Mirta, también escritora. A los 28 años, de regreso en Buenos Aires, trabajó en el diario El Mundo, donde publicó hasta su muerte una columna diaria titulada «Aguafuertes porteñas», luego convertida en libro.
En 1941 se volvió a casar en el Uruguay, con Elizabeth Shine (entrevistada por Flores de Papel), y con ella tuvo un hijo que llevó su mismo nombre. Sin embargo, Arlt no llegó a conocerlo: murió en julio de 1942. Tenía 42 años.